He de remontar en el tiempo muchos años atrás, pues era
el 18 de julio de 1936. Muy de madrugada, acompañaba a mi madre a un
pueblo vecino, que distaba del mío 3 ½ kilómetros y se llama Carrión de
los Condes.
Era la primera vez que salía con mi madre. Como mujer de pueblo vestía
de negro y cubría su cabeza con un pañuelo del mismo color.
Antes de salir de casa me había dicho que íbamos a hablar con el Hno.
Ricardo, encargado de las vocaciones maristas. No le comenté nada
durante el camino, que hacíamos a pie y yo me entretenía contando los
álamos de la carretera.
Sabía mi madre que me atraía ingresar en el Seminario
Marista, pues había estado ya un año con los Hermanos , como un alumno
externo, en la Escuela San Antonio. Mi relación con ellos y el cariño
que les tomé, me motivaron a manifestar en la familia el deseo de
ingresar como interno. Y ese era el motivo del viaje.
Cuando llegamos al puente románico sobre el río Carrión nos detuvieron y
nos impidieron pasar porque el pueblo estaba muy convulsionado. En la
noche anterior, Martín Fierro, joven que se paseaba con su novia en las
afueras de Carrión había sido asesinado. Acababa de estallar la Guerra
Civil Española. Era el 18 de Julio de 1936.
Tuve que esperar un poco más de un año para ingresar en
el Seminario Marista que los Hermanos tenían en Carrión de los Condes.
Fui admitido el 23 de septiembre de 1937 después de haber terminado la
trilla y las labores del verano. Tenía 11 años e iniciaba
mi andadura en la vida marista.
Los tres años de Seminario Menor que viví estuvieron marcados por la
Guerra Civil, pero todos los seminaristas nos sentíamos muy cuidados por
los Hermanos que eran para nosotros como auténticos padres en esos
momentos de serio peligro.
Tuvimos conocimiento de una iniciativa que tomaron los
Hermanos para que el Ejército Nacional no ocupara toda la casa de
nuestro Seminario. Corríamos el peligro de ser mandados a nuestras
casas, pero los Hermanos entregaron algunas salas y recibidores a los
soldados , con quienes convivimos en mucha armonía.
Aunque éramos muchachos de 13 años veíamos que la Guerra Civil tenía
nefastas consecuencias en los pueblos de Castilla por no poder cultivar
los campos. No era fácil dar de comer a 75 jovencitos, pero los Hermanos
se ingeniaban para que no nos faltara el alimento necesario.
Fue pasando la Guerra Civil , pero no la ilusión de
viajar a algún país de América para continuar nuestra formación marista.
El Seminario era Hispanoamericano y desde que entramos en él sabían
nuestros padres y nosotros cuál sería nuestro destino. A fines del año
1939, que ya había terminado la Guerra Civil, me tocó en suerte venir a
Chile.
Recibí la noticia con alegría y con 7 compañeros más me fui preparando
para el próximo viaje. Hasta aquí dejo el relato ... Si te interesa
conocer algo más de mi vida marista, házmelo saber
equijano@123.cl(Segunda
Parte del Relato)