Karol Wojtyla no sólo fue nuestro Sumo Pontífice por más
de un cuarto de Siglo, sino todo un icono de la Iglesia Católica de
nuestros tiempos. Hombre de muchos dones. Actor, poeta, escritor,
deportista. Un misionero, un peregrino, un hombre carismático, todo un
comunicador. Un devoto de María a quien consagró su pontificado con el
lema "Todo Tuyo"
Juan Pablo II sintió, vivió y expresó en vida una
profunda devoción por María. Desde niño, sus padres le inculcaron la
devoción mariana. Muy presente estuvo en su infancia la Presencia de
la virgen morena de Polonia, Nuestra Señora de Czestochova. Ella fue
compañera de su niñez peregrina, sus años adolescentes, el sufrimiento
en las canteras, sus estudios clandestinos para sacerdote y su misión
arzobispal luego de la Segunda Guerra Mundial.
Vengo ante ti María, como tú llegaste al pie de la cruz
de tu hijo, dijo después de haber sido investido como Juan Pablo II, en
1978. Su escudo pontificio, con la M al pie de una cruz abierta al
mundo, es uno de los más sencillos. Su lema Totus tuus expresa su
consagración y confianza en la Buena Madre Todo Tuyo
El icono mariano que difundió no se limita a la virgen
joven europeizada. Incluye todas las manifestaciones marianas:
Guadalupe, la virgen mestiza mexicana; la de la Caridad del Cobre, que
representa el anhelo cubano, o las diminutas imágenes de la virgen de
Suyapa, de Honduras, y de Los Ángeles, de Cartago, Costa Rica. De hecho,
como olvidar que en su visita a nuestro país durante 1987, en el Templo
Votivo de Maipú, coronó a nuestra querida Virgen del Carmen, como Reina
de Chile.
En 1981, cuando sufrió el atentado en la Plaza de San
Pedro, una bala casi le sega la vida. En dicha ocasión prometió que si
salía con buen pie se consagraría en cuerpo y alma a María, en la
advocación de la Virgen de Fátima.
Tiempo después, en una visita a Portugal, llegó al santuario mariano y
depositó en la corona de la Virgen la bala que le extrajeron los
cirujanos. En adelante, consagró el mundo al Inmaculado Corazón, y se
convirtió en un asiduo defensor e impulsor de la fe mariana. Así lo
confirmó en su último mensaje, aquel escrito póstumo para el Regina
Coeli de la Fiesta de la Divina
Misericordia, en el que llama a los cristianos a
contemplar con los ojos de María el inmenso misterio de este amor
misericordioso que surge del Corazón de Cristo.
A la Buena Madre, a quien el Santo Padre se encomendó y consagró,
agradecemos por su vida, con el imborrable recuerdo del rostro de
Champagnat sobre los andamios de una Plaza de San Pedro, en donde Juan
Pablo II entregó al mundo un nuevo modelo de santidad. Llegar A Jesús
por María como San Marcelino Champagnat.