La fiesta de la Inmaculada Concepción,
celebrada el 8 de diciembre, fue el momento escogido por
el hermanito Álvaro para profesar ante Dios y la
comunidad, su propósito de consagrar su vida al Señor.
Una vida que quiere entregarse con ese especial sello
que caracteriza el carisma marista, dar la vida al
servicio de los niños y jóvenes más necesitados de hoy.
Víctor Villa Castro
Una gran fiesta. Esa frase resume a
cabalidad lo vivido este viernes 8 de diciembre pasado,
en medio de la población Las Compañías Altas de La
Serena.
Era un momento especial y se notaba. De
ello daba cuenta la gran cantidad de visitas que fueron
llegando a la pequeña residencia de calle Capellán Hugo
Herrera 3096. La casa de los hermanitos empezó a recibir
invitados la noche anterior. Pero esa mañana de viernes,
provenientes de distintos puntos del país e incluso del
extranjero, fueron llegando gran cantidad de hermanos,
familiares y amigos. Todos ellos eran recibidos con
alegría y con la invitación a tomar desayuno tras los
agotadores viajes que la mayoría realizó.
La fiesta comenzó a las 10 de la mañana,
con la misa de primera comunión en la Capilla San
Marcelino. Allí niños de la población tuvieron su primer
encuentro personal con el Señor y salieron a agradecer
esa bendición con una procesión a María.
Ese fue el momento en que se unieron las festividades. A
esa procesión por el medio de la población, se unieron
todos quienes venían a compartir la fiesta de Álvaro y
por su puesto el novio estaba a la cabeza de la
procesión.
Como toda fiesta celebrada en honor de
María y sobre todo en el norte de nuestro país, no
podían faltar los bailes típicos, los que al ritmo de
los bombos anunciaban a la comunidad la fiesta que se
estaba viviendo.
A eso del mediodía, la comunidad retornó a la Capilla a
celebrar la especial eucaristía de profesión perpetua.
Incluso los chicos y chicas que habían vivido la fiesta
de la comunión, permanecieron para acompañar al
festejado.
La celebración eucarística comenzó con la
liturgia de la palabra. Ella también estuvo llena de
signos hermosos. Por ejemplo la lectura que proclamó
Camila, la pequeña y querida sobrinita de Álvaro que se
hizo presente en la fiesta, junto a sus hermanas y sus
padres. La familia en pleno, seguramente un regalo muy
lindo para nuestro hermanito.
El Evangelio de Lucas, por otra parte, no podía ser más
propicio para una fiesta mariana y para la celebración
especial que se estaba presenciando. Aquí esta la
esclava del Señor: hágase en mi según tu palabra.
Tras ello vinieron los signos propios de la
profesión. Como primera parte, el sacerdote preguntó al
Hermano si estaba dispuesto a dedicarse a Dios y avanzar
por la senda de la caridad según las constituciones de
los Hermanitos de María.
Luego vino el cántico de las letanías, donde se pidió a
los santos la oración e intercesión del hermano, ante el
Señor.
Finalmente, en el altar y ante todos los
presentes, Álvaro leyó la fórmula de profesión. En medio
de los aplausos y el cariño de los presentes, sus padres
fueron invitados a subir al altar por el hermano Pedro
Marcos. Allí le hicieron entrega a Álvaro, de la Cruz de
Profesión. El signo visible de la manifestación de
fidelidad a Dios perpetuidad realizada por su hijo.
Tras la ceremonia que contó con las intervenciones
especiales del Hermano Pedro Marcos y del propio Álvaro,
se realizó un almuerzo en dependencias del Colegio
Nuestra Señora de Andacollo, donde poco más de un
centenar de personas compartieron la mesa de la alegría.
Todos los presentes coincidan en que esta
celebración es una gran bendición para los hermanos y la
familia marista en pleno. Pero sin duda también
representa un gran desafío y una gran inquietud. La
opción profesada por Álvaro es una apuesta cada vez más
escasa en nuestra sociedad. Pedro Marcos, en sus
palabras durante la Eucaristía, señaló que la expresión
de los votos de Álvaro en medio de aquellos con los que
día a día trabaja, era una oportunidad para que muchos
jóvenes tomaran conciencia de que la vida religiosa es
una realidad presente y posible en sus vidas.
Esperemos que el testimonio de Álvaro encienda en otros
jóvenes la chispa de la vida dedicada a Dios a través de
sus hermanos.