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Hermanos Mártires de Zaire
Por
Congregación Hermanos M.
Publicado:
1 Octubre 2009
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A 13 años de su entrega generosa en África, el 31 de octubre se recuerda la muerte de Fernando, Miguel, Servando y Julio.


El mes de agosto de 1994, la Asamblea y Consejo de Distrito de los Hermanos de Ruanda toma la decisión de estar presente con todos los ruandeses. Dentro del país se abren de nuevo tres comunidades que centran su misión en escuelas.

Tuvieron la intuición de crear un proyecto de educación muy en sintonía con nuestro XIX Capítulo General: integrado en la Iglesia, con plena colaboración y responsabilidad de laicos y respondiendo a las necesidades del entorno. Y todo ello estaba animado por una comunidad fraterna de consagrados que, en las dificultades, era centro de referencia porque inspiraba confianza. “Cuando nos ven es como si vieran a Dios”, le decía Julio a su madre.

Femando de la Fuente vivió la mayor parte de su vida en Chile, donde fue formador y consejero provincial. Apenas llevaba un año en el Zaire. El 23 de octubre fue invitado por el Superior de entonces a continuar medio año más en Nyamirangwe y su respuesta fue: “Estaba esperando tu invitación y te aseguro que me haces un gran regalo. Muchas gracias por esta buena nueva que me das”. Miguel Ángel Isla vivió 13 años en Argentina y 22 en Costa de Marfil, donde fue superior del Sector. Julio Rodríguez llevaba 14 años en Zaire. Para Servando Mayor ésta fue su primera experiencia misionera y se desempeñaba como superior de la comunidad de Bugobe.

Fueron asesinados el día 31 de octubre sobre las 20 horas. Al parecer mueren por efecto de balas. Los autores del crimen son las milicias Interhamwe (del anterior gobierno de Ruanda). Los cuatro cadáveres fueron sacados de una fosa séptica el pasado día 14 y enterrados en nuestra casa noviciado de Nyangezi. Los pretextos para asesinarlos pueden ser varios, pero lo único seguro es que a pesar de los riesgos que corrían decidieron quedarse junto a miles de personas, víctimas del pánico y la presión del momento: “No podemos abandonar a quienes ya están abandonados de todos”, decían.    

 
 

 

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