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Misioneros Maristas colaboran en la costa
Por
Congregación Hermanos M.
Publicado:
1 Marzo 2010
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Durante el verano, las Misiones se realizaron en la VII Región, en la localidad de Romeral. Esta vez, la contingencia llevó a un grupo de jóvenes a las localidades maulinas de Curepto, Iloca y Duao para colaborar con la remoción de escombros tras el maremoto.
Ya han ido dos veces a remover escombros, limpiar techos, armar mediaguas, quemar lo que ya no sirve, y tratar de rescatar lo que se puede. También han compartido con la gente, llevando un mensaje de esperanza en estos momentos tan difíciles.

El color rojo distingue a los maristas que se han dado un tiempo para hacer algo concreto por los damnificados: “Ha sido importante para nosotros ir, porque queremos responder desde la acción y el compromiso con los que más sufren desde esas localidades donde no quedó nada”, cuenta Ariel Reyes, del Equipo Pastoral Marista. Se hizo una convocatoria para realizar una nueva visita a la costa maulina los días 26, 27 y 28 marzo. Los interesados pueden informarse a través de la Pastoral de los colegios. Héctor Madrid, Coordinador de las Misiones Maristas, quiso compartir su testimonio, esperando que más personas se unan a esta iniciativa:

Un lugar verdaderamente hermoso. Es lo primero que se puede decir acerca de Iloca. Un prodigio de la naturaleza. Por eso resulta tan impactante el contraste de lo hermoso del paisaje con el reguero de destrucción que quedó luego del movimiento sísmico y posterior maremoto. Por la televisión habían pasado imágenes del lugar después del desastre, pero están muy lejos de poder describir lo que presenciamos. Escombros apilados al lado de las calles que hacían parecer que transitábamos por una alameda, protegidos por la sombra de los árboles. Gente que escribía carteles pidiendo ayuda para poner fuera de sus casas. Hombros caídos, ojos derrotados. Nos pidieron trabajar en la remoción de escombros. Las máquinas para ese tipo de trabajo son insuficientes y se hacía necesario, por lo menos, dar la impresión de que se estaba haciendo algo concreto, visible. Una señora que vive en el sector que teníamos que limpiar nos decía: “Se me parte el alma al ver esto”.

Mientras algunos apoyan en la posta del sector y otros trabajaban fabricando mediaguas, nosotros estábamos en ese menos glamoroso trabajo. No se habla mucho de eso, pero se hace necesario que la gente vea que sus casas no están rodeadas de basuras y escombros. Existiría una mayor sensación de normalidad si, al despertar, estas personas vieran por sus ventanas un sector limpio, y no el segundo piso de una casa que estaba a 30 metros en lo que solía ser el patio de su casa.

Sólo éramos 11, pero logramos dejar parte del sector que nos tocó bastante más limpio de lo que estaba. Era una villa muy cerca de la playa, de unas 30 o 40 casas, de las cuales solo quedaron
los pisos embaldosados. Aún cuando estamos bastante satisfechos con lo que hicimos, entendemos que no es suficiente y ya planificamos volver. Ciertamente, cuando todo vuelva a la normalidad, gustosamente iría a quedarme por varios días en esa hermosa localidad.    

 
 

 

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