Alicia Monserrat Castro Martínez (11), es la menor de cuatro hermanos y actualmente cursa Sexto Básico en el Colegio Marista de Rancagua. Ingresó en el año 2014 al Pre kínder C, que en ese entonces estaba a cargo de la educadora Josefina Romero Iragüen, quien se casó y hoy vive en Talcahuano. La mamá de Alicia, Cecilia Martínez, reconoce que esta formación inicial marcó positivamente no sólo a su hija, sino que a todo el curso que, a su juicio, se tradujo en que siempre han sido “muy solidarios”.

Hace tres años, Alicia le manifestó a sus padres Cecilia y Paulo en una conversación familiar que quería dejar crecer su cabello, para donarlo a los niños y niñas con cáncer. Un gesto de amor hacia el más desposeído y de empatía con el dolor del otro, que sin duda denota este “buen cristiano y buen ciudadano”, que alguna vez soñó el Padre Champagnat.

“Una prima se lo cortó y lo donó, entonces eso me motivó a mí. Estuve harto tiempo cuidándolo harto, para que me creciera bien y así poder donarlo”, señala Alicia. Por otra parte, su mamá, reconoce que no fue un proceso fácil, debido a que hay varias exigencias que se deben cumplir para ser un “donante” idóneo. “De repente estaba un poco cansada, me pedía que se lo midiera y que se lo quería cortar. Los últimos cinco centímetros para cumplir con los 40 que exigen fueron críticos, pero siempre la apoyábamos dándole ánimo”, comenta.

En cuanto al proceso de corte y envío del cabello, cuentan que fueron a una peluquería, donde le cortaron el pelo, lo trenzaron y lo enviaron a Santiago. Al ser consultadas por la posibilidad de conocer al “beneficiario”, su mamá señala que “no se puede saber quién es la persona que recibe su pelo, ya que una peluca se hace como con cinco colas. Antes pedían menos largo, pero ahora para que las niñas puedan tener una peluca con pelo largo, piden 40 centímetros”.

“Claramente la formación que tienen en el colegio influyó”

En su tiempo libre, a Alicia le gusta dibujar, jugar con sus mascotas y videojuegos. Su mamá la describe como una niña “alegre, activa y positiva”, que tiene buenas relaciones interpersonales tanto en su casa como en el colegio. Precisamente, su familia, amigos y compañeros, vivieron de cerca su proceso; sus cuidados con el cabello, a veces el cansancio por el peso que significa para una niña, y el antes y después del corte.

En cuanto a los sentimientos y a la reacción de sus cercanos, Alicia reconoce que tenía algo de ansiedad no sólo de cómo se iba a ver, sino que también de los comentarios que le pudieran hacer luego del cambio. “Estaba un poco nerviosa porque como tenía el pelo largo, me veía muy diferente. Mis compañeros siempre me preguntaban porqué me lo había cortado y yo les respondía que lo había donado”, relata.

A juicio de su madre, la formación marista incidió en que Alicia tomara la decisión de empatizar con el dolor de los niños y niñas con cáncer. “Claramente la formación que tienen en el colegio influyó, que va muy de la mano de la formación que tenemos nosotros, y esa es una de las razones de porqué nosotros elegimos este colegio. Ella dijo yo puedo ponerme en el lugar del otro y donar mi pelo, porque mi pelo va a crecer. Pero hay niños a los que no les va a crecer”, expresa.

También señala que lo importante de dar a conocer este gesto de su hija, es informar y animar a otros niños como Alicia a pensar en estos pequeños, que durante un periodo de sus vidas pasan por un momento complejo como es afrontar una enfermedad tan brutal como el cáncer.